Mostrarse interesados y atentos.
Mantener contacto visual. Ser conscientes del lenguaje corporal. Asentir con la cabeza, decir “claro” “si, entiendo”.
Hacer preguntas.
Es difícil que los sentimientos cambien a menos que hablen sobre ellos. Formular preguntas acerca de los pensamientos y sentimientos.
Escuchar activamente.
Repetir lo que oyen usando palabras diferentes. “Dejame repetir lo que creo que has dicho para asegurarme de que he entendido bien”… ¿Es así?
Dar a conocer las intenciones.
“Quiero que sepas que te amo y que valoro nuestra relación. Hay un problema del que debemos hablar y quiero que lo resolvamos para que podamos seguir sintiéndonos cerca y bien entre nosotros”.
Emplear el yo en la comunicación.
Al emplear el “yo” en la comunicación, compartimos sentimientos personales y damos las razones por las que nos sentimos así (por ejemplo: “Me molesta mucho que no paguemos a tiempo las cuentas y que no ingresemos los cheques en el registro del talonario”), en lugar de echarle la culpa al cónyuge. Cuando hablamos en primera persona del singular, también damos a entender que nos hacemos responsables de nuestros sentimientos (por ejemplo: “Estoy enojada” será mejor que: “Tú me haces enojar”).
Concordar con la verdad y no hablar con una actitud defensiva.
La actitud defensiva abarca tanto el negar la responsabilidad como el poner excusas, estar en desacuerdo, criticar, atacar, ser cínico o sarcástico y lamentarse. Una disculpa sincera termina con el conflicto y aplaca los sentimientos de ira y contención. “Lo siento”.
Elogiar sinceramente.
El recordar a su compañero (y a sí mismos) que realmente lo admira, con seguridad tendrá un efecto potente y positivo en el resto de la conversación.
Expresar claramente las preferencias.
Algunos matrimonios pasan años sin compartir sus preferencias o expectativas. Al pedir lo que desean, las personas demuestran que asumen la responsabilidad que les corresponde en la relación, al mismo tiempo que la fortalecen… Tener claro lo que se va a pedir. Escoger el momento. Ser específicos. Ser breves. Pedir sin exigir.
Examinen la forma en que se hablan. La expresión versus el contenido.
A veces los matrimonios se concentran tanto en situaciones (el contenido), que no reconocen que el mayor problema es la forma en que se comunican (la expresión). A modo de intento de arreglar los problemas de comunicación, siguen haciendo cosas que no funcionan, como gritar, discutir o dar sermones; en vez de ayudar a resolver problemas, estas actitudes contribuyen a constante contención.
Extraídas de la Guía para el Instructor del curso "Cómo Fortalecer el Matrimonio" pag 19
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